Biblioteca Popular José A. Guisasola

Ana María Shua /1 - Blog Eterna Cadencia



Entrevista 3



La semana pasada tuvimos como invitada en el ciclo de Los martes de Eterna Cadencia a Ana María Shua. Autora de una vasta obra literaria que aborda diferentes géneros –cuentos, novelas, minificción, literatura infantil–. Entre sus libros se puede mencionar: Los amores de Laurita, La sueñera, La muerte como efecto secundario, etc.
La entrevista fue relativamente breve –unos 45 minutos–, con mucha participación del público (y, me permito decirlo, con mucha admiración de mi parte). Un encuentro grato que nos regaló Ana María Shua. (Por Patricio Zunini)




Ciclo: Los martes de Eterna Cadencia
Invitado: Ana María Shua
Entrevista: Patricio Zunini
Fecha: 4 de agosto de 2009
Fotos: Lucio Ramírez
[Primera parte]





[Primera parte]

►PZ: A modo de introducción estaba pensando en cómo definir a Ana María Shua. No pude. Había pensado en camaleónica. No sé si ustedes saben que tiene alrededor de 40 libros, escribe novelas, cuentos, literatura infantil, microficción. Entonces decía “camaleónica”. Pero camaleónica no porque no es una escritora que se camufle. Me parece que lo que hace es construir diferentes universos. Pensé que podría ser usar la palabra carpintera. Esa palabra por ahí rinde, pero no me gusta, me parece demasiado religiosa. Entonces pensé “escultora”. Con esta me voy quedando: una escultora que elige para sus esculturas diferentes tamaños, diferentes movimientos. Siempre con una característica: a riesgo de sonar melodramático, es el amor hacia los personajes. Hace poco releí Los amores de Laurita y dije en el blog que ella la quería a Laurita. Creo que se nota eso: el amor y la dedicación.
Tengo también otra forma de introducción para la charla, que no es mía sino de ella –y que tal vez la defina mejor–, que es un microrrelato de su libro La sueñera: “Los calamares no me atemorizan, en señal de amistad trenzo y destrenzo sus tentáculos. Después de todo soy casi una de ellos: yo también se jugar a esconderme con nubes de tinta”.
Ana María, buenas tardes y gracias por venir.

Buenas tardes y gracias a vos. Qué lindo me presentaste.

►Muchas gracias. ¿Ana María, tenés una vida interesante?

¡Espero que no! [Risas] A veces sí, a veces se pone interesante. Pero es mucho mejor cuando no es interesante. Prefiero una vida monótona y feliz, y no una vida interesante llena de cosas muy interesantes para contar al prójimo que sea dura para vivir.

►Hay una frase que dijiste en una entrevista que te hizo la Audiovideoteca de Buenos Aires: “Los escritores somos vampiros de la vida”. ¿Podrías contarnos?

Claro. Los escritores vivimos continuamente desdoblados. Vivimos y nos miramos vivir al mismo tiempo. Podemos estar viviendo el momento más terrible y más dramático de nuestra existencia y hay una vocecita en el fondo que dice “y esto cómo lo voy a contar”. No necesariamente uno trabaja con sus propias experiencias, se trabaja y mucho también con las experiencias de los demás. Permanentemente uno está observando vivir a la gente, escuchándolos hablar y tratando de absorber esa sangre vital que después va a tratar de poner en sus libros. Sean o no sean realistas, porque eso no tiene nada que ver con la narración. Quiero decir: la literatura más disparatada y aparentemente más alejada de la realidad, de todas maneras se nutre de este mundo.

►¿Cómo se inmiscuye lo autobiográfico en tus libros?

Y se inmiscuye, por todas partes. Se filtra, se inmiscuye. Quizás está mucho más presente que lo que la mayor parte de la gente se imagina. O sea: es fácil pensar en lo autobiográfico cuando uno habla de Los amores de Laurita, pero tengo otras novelas aparentemente alejadas de lo autobiográfico, como La muerte como efecto secundario y que, sin embargo, también tienen que ver conmigo de maneras muy intensas, muy directas. Bueno, a Laurita, claro, cómo no la voy a querer si es un alter ego. Lo único que falta es que uno no quiera a su alter ego.

►Hablando de Laurita. Hace unos días que la vengo “amenazando” con que vamos a hablar mucho de Los amores de Laurita. En realidad, es un bluff.

¡Ah! ¡OK! [Risas]

►¿Cómo fue el desarrollo de Los amores de Laurita, cómo lo pensaste?

Partamos de mi dificultad, porque todo empieza ahí. Para un escritor, todo o buena parte surge de sus problemas y no de sus facilidades. Yo quería escribir una novela y tenía fuertes dificultades para construir una estructura de la novela. Ya era buena cuentista antes de empezarLos amores de Laurita. Ya tenía escrito varios cuentos, un libro de cuentos publicado, La sueñeraestaba prácticamente publicada. Tenía idea de lo que quería escribir con Los amores de Laurita, pero me costaba mucho pensar una estructura general de novela que sostenga el libro. Entonces decidí armarla por capítulos cerrados. Hacer una novela picaresca en la que cada uno de los capítulos funcionara como un cuento y contara una historia de uno de los amores de Laurita. El personaje de Laurita se repite, su familia es más o menos siempre la misma y van sucediéndose distintas historias con sus distintas parejas. Esa decisión, ese tipo de construcción, me vino también en ese momento porque yo estaba leyendo Las aventuras de Pat Hobby de Scott Fitzgerald. Dije bueno, no estaría mal construirlo así, con esa especie de picaresca actualizada.

►Hay un momento en que Laurita tiene una relación con un chico militante, que lo meten preso.

No era militante.

►¡No! Lo meten preso de casualidad.

Medio paracaidista, porque cae en una manifestación.

►Después no hablas del exilio en Laurita.

No.

►¿Pero vos viviste exiliada?

Yo no viví exiliada, eso es un error de Wikipedia. [Risas] Yo me fui en el ’76 a Francia con mi marido, pero volvimos en el ’77.

►En varios otros lugares aparece. Muchos levantaron Wikipedia.

Tengo que meterme y modificarlo. Nos fuimos a Francia con la idea de que quizás nos quedábamos, quizá no, con la idea de experimentar un poco cómo era eso de vivir afuera. Pero no me fui exiliada.

►Aquí un cuento aquí [en Que tengas una vida interesante], uno de los inéditos, el de la cama de agua. Que se van afuera.

Claro, se van afuera. Eso tiene que ver con mi experiencia, seguro. Ese cuento, el del colchón de agua es un cuento que me pidió la revista La mujer de mi vida sobre el tema la cama. Se me ocurrió contar la historia de una pareja a través de las sucesivas camas. Algunas cosas que puse tienen que ver con mi historia personal, otras no. Pero concretamente la cama de París sí era la nuestra. Era un sommier que estaba roto, hundido, entonces lo tuvimos que dar vuelta para podernos acostar. Lo pusimos patas arriba y encima un colchón y así dormíamos.


►Cuando publicaste Que tengas una vida interesante, ¿esos cuentos [inéditos] no tenían lugar en otros libros o son cuentos nuevos?

La mayor parte son cuentos nuevos. Al principio pensé en poner los cuentos descartados, pero los cuentos descartados por algo habían sido descartados. Los cuentos descartados realmente no me gustaban. Alguien me los publicará póstumamente si no es que los destruyo antes. Entre tanto yo había empezado a escribir cuentos nuevos. Especialmente tenía dos o tres que iban a ser para un libro que estaba pensando que se iba a llamar Página de policiales. Cuentos que tuvieran que ver de alguna manera con sucesos policiales, no cuentos policiales.

►El hijo que asfixia a la madre…

Por ejemplo el de la viejita que desparece y nadie la encuentra, el chico que mata en la escuela, que saca un arma y empieza a matar gente. Pero en un momento dado…

No sé si les interesa que les cuente los entretelones editoriales, pero a mí me interesan los entretelones editoriales del prójimo [Risas], así que les cuento: resulta que yo había firmado un contrato por seis libros, seis reediciones. Y una de ellas era la reedición de un libro de cuentos,Viajando se conoce gente. Las reediciones se venden poco porque las reediciones no van a mesa de novedades, generalmente las ponen en el estante, mueren ahí, nadie les da mucha bolilla, no tienen prensa. Entonces dije, “en vez de la reedición de Viajando se conoce gente –le propuse a la editorial– ¿qué les parece si hacemos mis cuentos completos?” Y a ellos les encantó la idea, a mí también. Yo tenía estos cuentos nuevos, siete cuentos nuevos, que realmente son nuevos, de los últimos años. Y no publiqué todos todos todos los cuentos si no lo que yo considero mis cuentos completos. Saqué algunos de mi primer libro de cuentos que se llama Los días de pesca porque… Ese libro, Los días de pesca tiene algunos de mis mejores cuentos, como el que se llama así, “Los días de pesca”, y también tiene muchos cuentos que eran casi ejercicio de estilo. Me parece que no valía la pena reeditar. Entonces, tomé algunos cuentos de ahí, todo Viajando se conoce gente, todos los cuentos nuevos de Como una buena madre y los que tenía inéditos.

►El libro tiene una cronología invertida, que me pareció una idea buenísima y rarísima. Generalmente una antología de cuentos completos arranca con el primer cuento y termina en el último. Aquí están a la inversa.

A mí me lo propusieron en la editorial, ellos habían hecho lo mismo, no me acuerdo con cuál de sus autores y me encantó. Creo que con Silvina Ocampo. Y a mí me encantó la idea, porque yo prefería que el lector abra el libro y se encuentre en primer lugar con lo último que escribí y que después vaya hacia atrás y vaya viendo lo anterior. Pero me gustó mucho la idea de que lo más reciente estuviera antes.

Es jugado lo de publicar los cuentos completos porque uno nunca puede estar seguro de que lo último va a estar a la altura de lo primero, pero bueno, yo quedé contenta con las lecturas que hubo en este caso. A la gente le pareció bien. No se notó que hubiera una decadencia. [Risas]

►¿Por qué le tenés tanto afecto a La sueñera?

Le tengo mucho cariño porque es mi primer libro. Es mi primer libro… Yo tengo un primerísimo primer libro que es de poesía, que es El sol y yo, tenía 14 15 años cuando lo escribí, se publicó cuando tenía 16 con un premiecito del Fondo de las Artes. Y después de eso, en realidad, La sueñera es el primer libro que escribí. La sueñera es minificción, son cuentos muy cortitos que empiezan y terminan en una página. No es el primer libro que publiqué ni mucho menos, porque me costó mucho y tuve que tener otras publicaciones y ya un pequeño nombrecito para que alguien aceptara eso. Sobre todo para que una editorial grande como Sudamericana aceptara publicarme La sueñera, que la minificción es un género muy poco comercial. Pero, bueno, por eso le tengo ese cariño especial, por ser el primero.

Además yo creo que el primer libro –los primeros en general y el primero en particular– tiene ciertos elementos extraordinarios: la espontaneidad, el hecho de que uno se pueda dar el lujo de poner todo lo que tiene y lo que siente. Eso ya nunca va a volver a suceder, porque forzosamente el sueño, el ideal de un autor, es ser original y escribir cada vez algo diferente. Eso es muy difícil, casi imposible. Entonces, a medida que los libros se van sumando, uno empieza a luchar contra los libros anteriores. Esa lucha a veces sale bien y a veces sale mal y uno tiene la sensación de estar autoplagiándose. Uno lo ve en otros autores: a partir de cierta edad, de cierta cantidad de textos publicados, los escritores necesariamente se empiezan a plagiar a sí mismos, no queda más remedio. Con el primer libro no pasa eso, porque uno no tiene nada escrito, entonces se juega con todo. Todo lo que se le ocurre es nuevo dentro de su obra y no hay otra consideración que no sea la calidad del texto. Por lo menos eso me pasaba a mí con La sueñera.

A mí me gustó la idea de que en La sueñera los textos estuvieran numerados, ¿y por qué no? los textos están numerados. Después me di cuenta de que era incómodo para las antologías, las antologías necesitan que los cuentos tengan un título. Entonces en los próximos libros ya les puse título, pero cuando escribí La sueñera no pensaba que alguien iba a querer publicarme en una antología. En La sueñera trabajo mucho mucho con el lenguaje, con el sonido del idioma, hago muchos juegos de palabra y trabajo mucho con palabras elegidas no por su sentido si no por su sonido, como zompopo, heliotropo, sapote. Eso no lo volví a hacer porque es intraducible. Y yo hoy pienso en las traducciones, aunque no quiera. Aunque trate de no pensar, aunque trate de olvidarme. Pero no puedo, de todas maneras ronda por mi cabeza que eso quizá sea traducido y si no se puede traducir, quizá no sea lo mejor. Todas esas consideraciones extraliterarias no existían cuando escribí La sueñera, por eso le tengo tanto cariño y pienso que quizá sea mi mejor libro.

►¿Cómo es tu relación con el sueño? ¿Cómo son tus noches?

Acá la tengo a mi marido… [Risas] Puede contar la desdichada historia de su vida durmiendo conmigo. Son bastante malas mis noches. Tengo muchas pesadillas, últimamente menos, en los últimos años estoy mejor. De jovencita tenía muchas pesadillas, dormía mal, sigo teniendo insomnio, conciliar el sueño siempre me cuesta un poco, así que no es tan sencillo.

►Cruza el momento del sueño por los libros. Aparece varias veces el problema de ir a acostarse.

No lo había pensado, pero ahora que lo decís, Laurita empieza con un despertar. En todos los libros de minicuentos aparece el tema de dormirse, el insomnio y los sueños.

►En La muerte como efecto secundario también. El está durmiendo y el padre lo llama y lo despierta con gritos.

Sí, eso hacía mi abuelito. Era capaz de llamar a las seis de la mañana y cuando uno atendía del otro lado escuchaba “Aaaaaaaahh” [Risas] Era una cosa espantosa. Le parecía un chiste muy gracioso.

►Hay algo en los libros… en un momento tenés que frenar la lectura. A veces quería llamarte y decirte “¡no podés escribir esto!” y otras veces ir a abrazarte…

Qué más quiere uno que provocar ese efecto en un lector. Eso es fantástico.

►Se nota que tenés una relación con el lenguaje y que podés provocar eso. Pero ¿cómo hacés para que todo tu libro no sea un efecto? Hay una frase en La muerte como efecto secundario que dice “¿Quién es tan ingenuo como para suponer que todo esclavo quiere liberarse de su amo?”. ¿Cómo hacés como para que todo el libro no se convierta en esa frase? ¿Cómo no te enamorás de esas frases?

Para empezar, uno no sabe tanto de lo que escribe y no todo es tan deliberado como uno quisiera. Hay cosas que realmente no sé cómo las hago, no sé por qué salen así. Después puedo intentar explicaciones, pero en el momento en que estoy escribiendo surgen y me gustan y me parecen y quedan. Pero no todo lo puedo explicar.

►Tal vez era un elogio y nada más y no supe armar la pregunta.

Gracias.

►¿Cuándo empezaste a escribir para chicos?

Empecé en el ’88 muy concretamente por un pedido de la editorial Sudamericana. Tenía varios libros publicados en Sudamericana, ellos tenían como única autora infantil a María Elena Walsh en ese momento y decidieron abrir un departamento de literatura infantil, la pusieron al frente a Canela y Canela me llamó para hablar conmigo y me dijo “vos sos autora de la editorial, tenés chicos chiquitos, seguro que les contás cuentos, ¿por qué no escribís algo para nosotros?”. Y así fue.

►¿Cómo te enfrentaste a esa escritura de literatura infantil respecto de tus otros libros? ¿Cómo cambiás?

No fue fácil, tuve que aprender otra vez. Me llevó muchos meses. Tuve que aprender y desaprender. Porque el problema con la literatura infantil, lo primero que se presenta en la mente de un autor es un alto grado de soberbia que provoca un efecto de autocensura. Uno dice “si yo escribo de determinada manera, eso puede provocar cierto efectos en la mente de los niños que –aunque uno no se lo plantee en esos términos– ayuden a mejorar la humanidad”. Y de ahí salen los bodrios más espantosos que uno se puede imaginar. Y es muy difícil escaparse de eso. Y además, en particular, en la literatura infantil en la Argentina, tuvimos mucho –cuando yo empecé a escribir– los buenos autores escapaban sólo por el lado del humor. Teníamos –tenemos– muchísimos buenos autores de literatura infantil y el único lugar por dónde podían escaparse era el humor. Porque habíamos tenido 30 años de psicología y pedagogía mal entendida con la idea de que la frágil mente de los niños debía estar protegida de todo conflicto y de todo problema y demás, y entonces los niños miraban por televisión los crímenes más espantosos, pero en los libros era sólo que la ardillita se le llovía el techito y los otros animalitos tenían que ayudar a la ardillita y bueno, eso no interesa ni a los grandes ni a los chicos.





Fuente: http://eternacadencia.com.ar/blog/libreria/martes-de-eterna-cadencia/item/ana-maria-shua.html
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