Biblioteca Popular José A. Guisasola


Entrevista 3





12-08-2009 | Ana María Shua
Por Patricio Zunini
Fotos: Lucio Ramírez



Segunda parte de la desgrabación de la entrevista a Ana María Shua. En este tramo la escritora habla sobre la censura de mercado en la literatura infantil y su relación con internet.




►¿Cuándo empezaste a escribir para chicos?

Empecé en el ’88 muy concretamente por un pedido de la editorial Sudamericana. Tenía varios libros publicados en Sudamericana, ellos tenían como única autora infantil a María Elena Walsh en ese momento y decidieron abrir un departamento de literatura infantil, la pusieron al frente a Canela y Canela me llamó para hablar conmigo y me dijo “vos sos autora de la editorial, tenés chicos chiquitos, seguro que les contás cuentos, ¿por qué no escribís algo para nosotros?”. Y así fue.


►¿Cómo te enfrentaste a esa escritura de literatura infantil respecto de tus otros libros? ¿Cómo cambiás?

No fue fácil, tuve que aprender otra vez. Me llevó muchos meses. Tuve que aprender y desaprender. Porque el problema con la literatura infantil, lo primero que se presenta en la mente de un autor es un alto grado de soberbia que provoca un efecto de autocensura. Uno dice “si yo escribo de determinada manera, eso puede provocar cierto efectos en la mente de los niños que –aunque uno no se lo plantee en esos términos– ayuden a mejorar la humanidad”. Y de ahí salen los bodrios más espantosos que uno se puede imaginar. Y es muy difícil escaparse de eso. Y además, en particular, en la literatura infantil en la Argentina, tuvimos mucho –cuando yo empecé a escribir– los buenos autores escapaban sólo por el lado del humor. Teníamos –tenemos– muchísimos buenos autores de literatura infantil y el único lugar por dónde podían escaparse era el humor. Porque habíamos tenido 30 años de psicología y pedagogía mal entendida con la idea de que la frágil mente de los niños debía estar protegida de todo conflicto y de todo problema y demás, y entonces los niños miraban por televisión los crímenes más espantosos, pero en los libros era sólo que la ardillita se le llovía el techito y los otros animalitos tenían que ayudar a la ardillita y bueno, eso no interesa ni a los grandes ni a los chicos.


►También el tema de las malas palabras con los chicos.

El tema de las malas palabras no es con los chicos, es con la escuela. La literatura infantil argentina se escribe para la escuela. Hay muy pocas editoriales que publiquen sin la idea de que el libro entre en el ámbito escolar, porque si uno entra en el ámbito escolar es muy bueno económicamente para la editorial y para el autor. Las maestras lo empiezan a pedir y después ya lo piden todos los años y después les dan ideas a otras colegas. Cada vez que una maestra recomienda un libro son 30 ejemplares. La escuela cambió mucho, tiene una apertura muy grande, pero si la escuela deja pasar esto [dibuja un cuadrado en el aire], la editorial deja pasar esto [dibuja un cuadrado más chico] para asegurarse que entre, es una cosa lógica. A mí no me parece mal que la escuela imponga cierto grado de censura, no veo por qué los chicos tendrían que leer libros con malas palabras en la escuela, pero lo que pasa es que las editoriales no están acostumbradas a publicar que no sean para escuelas, para chicos de a partir de cierta edad. Entonces el efecto es que no vas a encontrar ningún libro de literatura infantil argentina que haya chicos que hablen como hablan en la realidad los chicos argentinos, porque no pasan la censura.

En literatura infantil hay mucha más censura, en la literatura para adultos no hay censura: yo diría que uno puede escribir cualquier cosa y difícilmente encuentre problemas para publicarlo, serán problemas por la calidad de escritura, no por otras cuestiones. En cambio en literatura infantil sí hay muchos elementos, todo lo que a la editorial le parece que puede asustar a la escuela, mejor que no.


►En una entrevista aquí, Pablo De Santis contó que cuando va a hacer lecturas a escuelas o para público infantil, muchas de las preguntas que surgen son “y cómo sigue la historia”. ¿A vos también te pasa?

Eso sucede cuando los chicos leyeron bien: cuando leyeron bien preguntan cosas que tienen que ver con la historia, con el texto. Y una a veces es esa, qué pasó después, que le pasó al personaje. Eso es lo mejor, otro buen momento es cuando te preguntan cuánto ganas. Eso también es muy interesante e implica que se aflojaron, que es el tipo de preguntas que las maestras más bien reprimen. Pero lo que más preguntan los chicos son preguntas que se contestan con números: cuántos libros escribiste, cuánto tiempo se tarda en escribir un número. Si les decís cuántos libros escribiste te preguntan cuántos cuentos escribiste.


►¿La pregunta del adulto también está categorizada?

Es raro a esta altura de mi vida preguntas que me saquen del cassette, porque he estado en muchas situaciones de charlas con la gente y más o menos tengo idea de lo que me van a preguntar. Alguna vez me encuentro con una, pero no es lo más común.


►En los libros abordaste diferentes temáticas: sexismo, sexo, humor, ciencia ficción, este libro también es sobre vejez. ¿Qué temática te falta?

Muchísimas.


►En cuanto a tus intereses.

Ah, bueno. A mí me gustaría ampliar mis intereses [Risas] Porque estoy un poco harta de escribir cosas que tengan que ver con la enfermedad y todas las ideas que se me ocurren en general tienen que ver con la enfermedad. No sé por qué. Cuando escribí mi primera novela, Soy Paciente, tenía que ver con un tipo que estaba en un hospital, una serie de cosas muy ridículas y desdichadas y yo pensaba que era por casualidad, porque a un amigo nuestro le habían pasado en la realidad algunas de estas cosas y yo lo tomé, lo usé como idea para escribir la novela. Pero hoy, mirando hacia atrás, creo que hay un montón de novelas y cuentos en que el tema de la enfermedad aparece, se repite. Hay algo en la relación médico paciente que a mí me resulta atractivo como material literario.


►Tengo una pregunta más y después invito al público a que participe. ¿Cómo es tu relación con internet, con Facebook? ¿Qué te da eso?

Es la mitad de la vida. La mitad de la vida hoy pasa por internet. Para un escritor la información que se encuentra en internet es maravillosa, valiosísima, equivale a cientos de miles de bibliotecas, está todo ahí y el Google te lo trae y te lo pone al alcance de la mano. Es una cosa maravillosa. Quien ha vivido la vida anterior a internet y ahora internet, pensar que a uno le pueden sacar esto es una idea verdaderamente terrible. Internet me hace muy feliz y la posibilidad de comunicación a través del correo electrónico me parece bárbara.


►¿Es tema literaturizable internet?

Sí, por supuesto. Es parte de la vida. Se puede convertir en literatura igual que cualquier cosa, igual que tomar una cerveza o hablar por teléfono. Es como si en otra época a uno le preguntaran si el teléfono va a ser parte de la literatura: sí, obviamente. Y también internet. Vi unos cuantos intentos de novela contados a través de emails, porque ahora volvió la literatura epistolar con el correo electrónico. Pero hasta ahora no vi ninguna que sea de primerísimo primer nivel. Intentos. Pero ya habrá.


►¿Llegaste al blog? ¿O no te interesa?

No, el blog, realmente, no me interesa. Creo que no voy a llegar tampoco. Lo que tengo decir o contar lo hago a través de los libros, no siento ninguna necesidad de tener mi propio blog. Sí estoy participando en Facebook, pero creo que lo hago sobre todo para tomar relación con una cantidad de gente muy grande –que no necesariamente son mis amigos personales– de todo el mundo, más por razones de trabajo que por diversión.


Fuente: http://eternacadencia.com.ar/blog/libreria/martes-de-eterna-cadencia/item/ana-maria-shua-2.html

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