Biblioteca Popular José A. Guisasola






Se quiso quedar

Todos los patitos se fueron a bañar y el más chiquitito se quiso quedar. El sabía porqué: el compuesto químico que había arrojado horas antes en el agua del estanque dio el resultado previsto. Mamá Pata no volvió a pegarle: a un hijo repentinamente único se lo trata – como es natural-, con ciertos miramientos. (La sueñera)




El que es Dios sin saberlo

En el mundo hay un señor que es Dios sin saberlo. Su poder, sin embargo, no es absoluto. Sus deseos, sus fantasías, sus más vagas intenciones se realizan de un modo que parece arbitrario por estar sujeto a leyes desconocidas, aunque naturales. Sus secreciones estomacales provocan, por ejemplo, ríos de lava den algún lugar de la Tierra. Su mal humor desencadena guerras. Procesos más sutiles que tienen lugar en cada una de sus células o sus cabellos rigen la vida privada de los hombres. Ese señor no es inmortal. Cuando muera es posible que sus poderes sean transferidos a otros por nacer. También es posible que el mundo desaparezca por completo, pero eso no lo sabremos nunca. (La sueñera)




El niño terco

En un apartado de su obra dedicado a las leyendas infantiles, los hermanos Grimm refieren un cuento popular alemán que la sensibilidad de la época consideraba particularmente adecuado para los niños. Un niño terco fue castigado por el Señor con la enfermedad y la muerte. Pero ni aun así logró enmendarse. Su bracito pálido, con la mano como una flor abierta, insistía en asomar fuera de la tumba. Sólo cuando su madre le dio una buena tunda con una vara de avellano, el bracito se retiró otra vez bajo tierra y fue la prueba de que el niño había alcanzado la paz.
Los que hemos pasado por ese cementerio, sabemos, sin embargo, que se sigue asomando cuando cree que nadie lo ve. Ahora es el brazo recio y peludo de un hombre adulto, con los dedos agrietados y las uñas sucias de tierra por el trabajo de abrirse paso hacia abajo y hacia arriba. A veces hace gestos obscenos, curiosamente modernos, que los filólogos consideran dirigidos a los hermanos Grimm. (Temporada de fantasmas)




Pecado de soltería

cuando llegue el fin del mundo, los lacandones se reunirán en Yaxchilán. Los dioses decapitarán a todos los solteros, los colgarán por los talones y juntarán su sangre en cuencos para pintar su casa. Con tales amenazas, que varían de una cultura a la otra, es necesario atemorizar a los hombres para que acepten y soporten el matrimonio. (Temporada de fantasmas)




Su viuda y su voz

De las cañerías provenía un ruido fuerte y triste al que ella suponía la voz de su marido muerto. Todas las cañerías hacen ruido, argumentaban sus amigos. En todas las cañerías se manifiesta su espíritu, decía ella. Todas las cañerías hacían ruido cuando él estaba entre nosotros, argumentaban sus amigos. Pero solamente ahora me hablan de amor, decía ella. (Temporada de fantasmas)




Amores entre guardián y casuarina

Plaza pública. Guardián enamorado de casuarina (secretamente, incluso para sí mismo). Recorte del presupuesto municipal. Guardián trasladado a tareas de oficina. Casuarina languidece. Guardián languidece. Patéticos encuentros nocturnos. Con el correr de los días, casuarina transformada en palo borracho. Murmuraciones en el barrio. Una noche, trágico parto prematuro: vástago discretamente enterrado. Previsible crecimiento in situ de una planta desclasada y rebelde que se niega a permanecer atada a sus raíces pero tampoco quiere estudiar y bebe desordenadamente cerveza sentada en el cordón de la vereda. (Botánica del caos)




La ardilla verosímil

Un hombre es amigo de una ardilla que vive en el jardín de un conocido financista. Trepando de un salto al alféizar de la ventana, la ardilla escucha conversaciones claves acerca de las oscilaciones de la Bolsa de Valores. Usted no se sorprenderá en absoluto si le cuento que el amigo de la ardilla se enriquece rápidamente con sus inversiones.
Pero yo sí estoy sorprendida. No dejo de preguntarme por qué usted está tan dispuesto a creer, sin un instante de duda, que una ardilla pueda entender conversaciones claves acerca de las oscilaciones de la Bolsa. (Botánica del caos, Pág.156)




En el mar de Al-Kerker

No lejos de aquí, en las orillas del mar de Al-Kerker, vive un pueblo del linaje de Noh (sobre él sea la paz), pues el diluvio no llegó hasta allí y desde entonces esa gente vive aislada de todos los hijos de Adán. Ellos se hicieron cargo de los niños pequeños que la mano del Señor protegió cuando la destrucción de Sodoma. Viven tan sin pecado que apenas pueden considerarse humanos, pero ellos lo ignoran, porque si lo supieran caerían en el pecado de soberbia. No te llevé conmigo porque no te gustarían, los encontrarías un poco tontos, alelados, se mueven lentamente, por eso tardé tanto, no te enojes así, sus mujeres no son capaces de lujuria, tranquila por favor, es mejor que lo dejes sobre la mesa, así, muy bien, se reproducen con dificultad, te lo aseguro, por pura obligación mi amor, vamos a casa. (Botánica del caos, Pág 128)




Encuentro clandestino

Es un bar o quizás un restorán. Algunas mesas tienen manteles blancos con servilletas en forma de acordeón, otras están desnudas.
Quiero un tostado de queso.
De jamón y queso, como todos me corrige él.
A pesar de su cabeza de camello estoy segura de que hemos sido amantes. Me gustan los ojos profundos y tristes. En cambio el pelo corto y áspero, amarillento, me confunde un poco.
No insisto, con imprudencia. De queso solo.
Él sacude sus belfos, indignado, acalorado.
Debería regresar al desierto me dice de mal humor.
Entonces me pongo a llorar porque sé que todo ha terminado, que no volveremos a vernos hasta el próximo oasis, un poco por culpa de mí terquedad y otro poco porque la vida nos separa. (Botánica del caos, Pág. 141)




La peste de los recuerdos

Los que recuerdan quedan ensimismados, silenciosas las roldanas de los aljibes, endureciéndose la masa levada en las artesas. Los pájaros devoran los granos de trigo demasiado maduro y hasta los bebés se olvidan de llorar, recordando la oscuridad del vientre de su madre, el pezón en los labios.
Nada se logra hablándoles de los placeres de la vida, pero a veces es posible persuadirlos de la necesidad de atesorar nuevos recuerdos.
Entonces se ponen en movimiento lentamente y de a poco (los jóvenes primero, los muy viejos nunca más) comienzan otra vez a vivir sólo para darle gusto a la memoria, como todos los hombres. (Botánica del caos, Pág. 61)




Mirando enfermedades

En el Diccionario de Agronomía y Veterinaria había ilustraciones y muchas fotos. Una extraña tumoración nudosa deformaba la articulación de una rama.
¿Esto qué es? preguntaba yo, la niña.
Es una enfermedad de los árboles me decía papá.
¿Esto qué es? preguntaba yo, señalando, en la foto, el sexo de un toro.
Es una enfermedad de las vacas me decía papá.
Era lindo mirar enfermedades con mi papá. Como sabía que me estaba mintiendo, observaba con asombro y regocijo los desmesurados genitales que crecían deformes en los árboles machos. (Botánica del caos, Pág. 63)




En la silla de ruedas

Tía Petra se finge paralítica para vivir en su silla de ruedas, tapada con una manta escocesa que oculta sus patas de cabra, su cola de pez, su mitad serpiente. Los sobrinos le quitamos la manta mientras dormía y vimos las dos piernas de niño, pequeñas y delgadas, que siempre se pone para dormir. (Botánica del caos, Pág. 168)




El que acecha

Mi espada hiende el aire. La herida se cuaja de goterones sangrientos. ¿He acertado por fin en el cuerpo del que acecha, enorme, del otro lado de la realidad? ¿Es la música de su muerte este vago rugido estertoroso, esta respiración gigante? ¿O es el aire mismo el que, partido en dos, agoniza?
Asoma por el tajo la hoja de otra duda, de otra espada. (Botánica del caos, Pág. 167)




El arte de las transformaciones

Creí dominar el arte de las transformaciones, pero no era más que un aprendiz de brujo. Un pequeño error, un gesto equivocado en el momento del conjuro y heme aquí cuesta abajo en la rodada, hoy pato, mañana cucharita, montaña, arveja, premolar o polvo edulcorante. Y ahora, precisamente ahora, cuando por fin he logrado controlar tanta locura, reducirla a la ínfima sutileza de un cambio de opinión, ahora es cuando se quejan, absurdos, mis votantes. (Botánica del caos, Pág. 201)




El arte de la cabullería

Un viejo marinero enseña el arte de la cabullería. El precio de sus enseñanzas depende de las pretensiones de los alumnos. Las primeras lecciones son económicas y se aprende a destrenzar toda clase de nudos. Quien desee aprender a reconstruirlos deberá abonar un honorario mucho mayor, en moneda extranjera (hay quien afirma, incluso, que ya no se trata de dinero). Entre tanto, como icebergs desprendidos de la costa, grandes trozos de realidad flotan a la deriva. (Botánica del caos, Pág. 197)




Tabú cultural

A causa de algún tabú cultural que aún no comprendemos, los nativos no quieren aceptar la colaboración de nuestros científicos para averiguar por qué se malogra, una y otra vez, la cosecha de humanos en esos campos sembrados que llaman cementerios. ¡Cuando sería tan sencillo lograr que fructifique! (Botánica del caos, Pág. 188)




La que no está

Ninguna tiene tanto éxito como La Que No Está. Aunque todavía es joven, muchos años de práctica consciente la han perfeccionado en el sutilísimo arte de la ausencia. Los que preguntan por ella terminan por conformarse con otra cualquiera, a la que toman distraídos, tratando de imaginar que tienen entre sus brazos a la mejor, a la única, a La Que No Está. (Casa de Geishas)




Teóloga

En el siglo Vll después de Cristo, un grupo de teólogos bávaros discute sobre el sexo de los ángeles. Obviamente, no se admite que las mujeres (por entonces ni siquiera era seguro que tuvieran alma) sean capaces de discutir materias teologales. Sin embargo uno de ellos es una mujer hábilmente disfrazada. Afirma con mucha energía que los ángeles sólo pueden pertenecer al sexo masculino. Sabe, pero no lo dice, que entre ellos habrá mujeres disfrazadas. (Casa de Geishas)




Doncella y unicornio i

Hay quienes suponen agotado el tema del unicornio y la doncella por extinción de ambas especies. Sin embargo el diario de hoy publica la fotografía de un caballo con un manchón sanguinolento sobre la frente. El animal asegura haber sido, hasta pocas horas antes de la toma, una auténtica doncella. (Casa de Geishas)




Las máquinas no se rebelan

Tópico falso, por imposible, el de la rebelión de las máquinas. Las máquinas aceptan órdenes. Las máquinas se gastan, se rompen, se estropean, pero no se rebelan. Las que se rebelan son las órdenes. (Casa de Geishas)




Fiel a sí misma

Pero mírate un poco, qué increíble, si no cambiaste nada, me dice, halagador, un viejo conocido: igualita que hace tantos años. Yo berreo con placer de vanidad y, en brazos de mi fatigada nodriza, sigo mamando. (Casa de Geishas)




Caricia perfecta

No hay caricia más perfecta que el leve roce de una mano de ocho dedos, afirman aquellos que en lugar de elegir a una mujer, optan por entrar solos y desnudos en el Cuarto de las Arañas. (Casa de Geishas)




Sádicos

Para aquellos que se complacen en el sufrimiento o en la humillación del prójimo, se propone una combinación de estímulos placenteros de los que no se excluyen ciertos programas de televisión. (Casa de Geishas)




Ana María Shua



(Buenos Aires, 22 de abril de 1951) es una escritora argentina. Su verdadero nombre es Ana María Schoua.

Publicó su primer libro de poemas, El sol y yo (1967), a los 16 años por el que recibió la Faja de Honor de la SADE. Estudió en la Universidad de Buenos Aires donde obtuvo el título de Profesora en Letras. Vivió un tiempo en Francia, entre el 76 y el 77. Allí trabajó para una revista española que pertenecía a la editorial Cambio 16. De regreso en Argentina publicó su primera novela, Soy paciente (1980), con la que ganó el premio de la editorial Losada, y poco después la colección de relatos Los días de pesca (1981). En 1984 apareció La sueñera, colección de microrrelatos o "cuentos brevísimos", género que seguiría practicando en años sucesivos (Casa de Geishas, Botánica del caos, Temporada de fantasmas, "Cazadores de letras"), y del que se ha convertido en una de sus representantes más destacadas, al punto de ser considerada la mejor autora de microrrelatos en lengua española. En 1994 obtuvo la beca Guggenheim para escribir su novela "El libro de los recuerdos".

Ha trabajado como periodista, publicista y guionista de cine, adaptando algunas de sus novelas, como "Los amores de Laurita". Es autora de varias novelas y libros de cuentos dirigidos al público adulto, y ha cultivado también la literatura infantil. Por sus obras dedicadas a los niños ha recibido varios galardones internacionales.



Fuentes consultadas:

http://pequecuento.blogspot.com.ar/p/ana-maria-shua.html
http://lospuertosgrises.blogia.com/2006/120201-ana-mar-a-shua.php
http://www.enfocarte.com/3.19/relatos.html
http://bpcd35.blogspot.com.ar/2011/08/ana-maria-shua.html
http://www.juliabowland.com.ar/julia/2010/06/21/amores-por-ana-maria-shua/
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