Biblioteca Popular José A. Guisasola



Temporada de fantasmas (Páginas de Espuma, 2004), Microrrelatos de una las grandes maestras del género encapsulados en un volumen perfecto. (136 páginas)


“El experto observador de fantasmas sabe que debe optar por una mirada indiferente, nunca directa, aceptar esa percepción imprecisa, de costado, sin tratar de apropiarse de un significado evanescente que se deshace entre los dedos: textos translúcidos, medusas del sentido.” Así arranca este espléndido volumen de micro-relatos de la mano de una de las mejores creadoras del género, la escritora argentina Ana María Shua. Van Gogh y Tarzán, sirenas y pájaros azules, filtros de amor y mapas del tesoro... Cuentos y poesías. Belleza, precisión, intensidad, maestría absoluta en cada una de sus líneas. Toda la literatura cabe en estas páginas. Le invitamos a recorrer sus estancias y permanecer una temporada acompañado de fantasmas.



No vienen a aparearse, ni para desovar. No necesitan reproducirse. Tampoco es posible cazarlos. No tienen entidad suficiente para caer en las redes de la lógica, los atraviesan las balas de la razón. Breves, esenciales, despojados de su carne, vienen aquí a mostrarse, vienen para agitar ante los observadores sus húmedos sudarios. Y sin embargo no se exhiben ante los ojos de cualquiera. El experto observador de fantasmas sabe que debe optar por una mirada indiferente, nunca directa, aceptar esa percepción imprecisa, de costado, sin tratar de apropiarse de un significado evanescente que se deshace entre los dedos: textos translúcidos, medusas del sentido.


Se abre la Temporada de Fantasmas








Se abre la temporada de fantasmas

El primer fantasma entra en un bar. El tipo que atiende la barra le ofrece un whisky. Nunca tuve oportunidad de probar la coca-cola, le dice el fantasma, muy triste. Pero cuando se la traen y trata de tomársela, el líquido le atraviesa la niebla y se derrama. Pronto empezarán a llegar los turistas y el dueño del bar quiere tenerlo limpio. Al mismo tiempo, los fantasmas son la principal atracción para los clientes. Los gustos, piensa el hombre con fastidio, hay que dárselos en vida.




Kammapa, el monstruo tragador

Una leyenda bantú describe (o tal vez no describe) a un monstruo amorfo llamado Khodumodumo (pero algunos lo llaman Kammapa). Este ser comienza por comerse a una persona que se atreve a entrar en sus dominios, devora después a los guerreros que van a rescatar a la primera víctima y avanza sobre la aldea, tragándolo todo a su paso. Kammapa hace desaparecer en su vientre sin límites a los árboles, cabras, gallinas, casas, sembrados, personas y también al sol y la luna. La tierra queda informe y vacía.
Un niñito -en algunas versiones es la mujer embarazada que lo dará a luz- se salva ocultándose en la ceniza. Mágicamente adulto en un instante, el niño abre con su espada el vientre de Kammapa y un alarido le responde: sin querer le ha cortado la pierna a uno de los hombres que estaban en su interior. Así salva a su pueblo y restaura la forma del universo, pero se gana un enemigo mutilado que ha jurado venganza para siempre.
Esta historia no es imposible: yo misma tengo una pequeña cicatriz en la cara provocada por el bisturí que tajeó el útero de mi madre.




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Hubo una mujer a quien un sueño embarazoso dejó preñada. La mujer no despertó, pero durante nueve meses todos vieron crecer su vientre dormido. El parto fue normal: el bebé es gordo, rosado y nítido. Sin embargo, cada vez que su madre despierta, se vuelve borroso, sus líneas se desdibujan, se lo distingue apenas de los pañales, de la batita, de la pañoleta que lo envuelve. Y pertenece otra vez, enteramente, al reino de su padre.




Espacio en el ropero

Atribuye la renovada falta de lugar en el ropero (aunque regale la ropa, aunque la venda) a los groseros hábitos de ciertas prendas a las que no les importa, con tal de darse el gusto, terminar pariendo inmoderadamente esa minúscula ropita de bebé que comienza por llenar los intersticios de todos los cajones y crece y madura y se reproduce a su vez hasta que semejante orgía, descontrolada, constante, tan cerca de su cama termina por tentarlo, no puede hacer descendientes, se dice, para justificarse, del apareamiento entre especies tan diversas, lo hago sólo para conformarlas, se dice, para que no sigan entre ellas, lo hago sólo para tener más espacio en el ropero se dice, se miente.




Para dormir…

Para dormir cómoda, me despojo de todo lo superfluo. Sentada en el borde de la cama me quito lentamente la ropa. Dejo caer los brazos, que se estiran sobre la alfombra como gruesas serpientes. Con un movimiento brusco me desprendo de las piernas y sacudiendo la cabeza hago volar mis facciones (ojos, boca, nariz) por todos los rincones de la habitación. Y continúo, hasta que no queda entre las sábanas más que mi sexo, que de todas maneras nunca duerme.




El caballo volador

En todas las versiones de este cuento clásico el caballo es de madera o de metal. La princesa es siempre bellísima y está encerrada más allá de las nubes. Su lujosa prisión suele ser un palacio que flota en aire por arte de magia y otras veces una torre muy alta.
Un príncipe es el héroe: monta en el caballo volador y se gana el amor de la princesa. En algunas versiones el caballo despliega sus alas. En otras, vuela llenando la tripa de aire.
Curiosamente, el inventor de semejante prodigio es un sabio feo, insignificante, en ocasiones malvado, que entregaría con gusto la facultad de inventar caballos voladores a cambio de ser hermoso y valiente, a cambio de ser el príncipe, a cambio de lograr el imposible amor de la princesa.
Exactamente lo mismo le pasa al autor del cuento.




Excesos de pasión

Nos amamos frenéticamente fundiendo nuestros cuerpos en uno. Sólo nuestros documentos de identidad prueban ahora que alguna vez fuimos dos y aun así enfrentamos dificultades: la planilla de impuestos, los parientes, la incómoda circunstancia de que nuestros gustos no coinciden tanto como creíamos.




Filtro de amor

Para hacerse querer, machacar en un mortero de plomo diez ojos de murciélago y una cabeza de mamba fresca hasta reducirlas a una pasta. Incorporar lentamente quince dientes de ajo crudo y disolver en bencina. Cuando la persona amada beba este filtro le crecerá de inmediato el labio superior hasta colgar por debajo de la barbilla, sus ojos perderán color, adquiriendo un aspecto protuberante, la nariz se le achatará a la manera de los cerdos, la columna vertebral, combada, formará una joroba, las articulaciones de las manos le quedarán rígidas y deformes, se le ennegrecerán los dientes y se enamorará perdidamente de usted.




Alimentos del mar

Le gustan los calamares y los erizos, en Chile ha probado los locos y las vieyras, en Shangai aceptó encantado una medusa helada que sus anfitriones le enseñaron a comer con cucharita, ha saboreado el krill en omelettes no muy cocidos, los pepinos de mar en Indonesia, todas las variedades de algas japonesas y sin embargo algo se rebela en sus entrañas, que se niegan esta vez a retener los canapés guarnecidos (ojalá no lo hubiera sabido) con una rodajita de sirena en lata.




Concatenación

Los acontecimientos del pasado son los que determinan el presente. Por ejemplo, si tus padres no se hubieran conocido, hoy no existirías. Cuanto más se retrocede en el encadenamiento de circunstancias que conforman la historia del mundo, más inesperadas y sutiles serán las consecuencias que acarree el hecho más nimio, en una compleja, casi infinita sucesión de concatenaciones. Por ejemplo, si durante el cretásico superior cierto plesiosaurio carnívoro no se hubiera comido los huevos que una hembra de triceratops desovó tontamente cerca de la orilla, quizás, vaya uno a saber, me seguirías queriendo.


Fuentes consultadas:
http://paginasdeespuma.com/catalogo/temporada-de-fantasmas/
Editorial Páginas de Espuma, S. L. (Madrid, España)
http://www.uncuentoaldia.es/?cat=18
UN CUENTO AL DÍA Hemeroteca de la sección “Ana María Shua”
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